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jueves, 29 de marzo de 2012

Jorge Drexler

"Me di cuenta de que, a diferencia de los actores, los músicos somos enormemente privilegiados porque hacemos sólo lo que nosgusta, ¡y encima las giras son como una especie de celebración con catarsis!"
El termómetro marca 2 grados de temperatura en Madrid. El músico uruguayo Jorge Drexler (47) está subido a un taxi. Acaba de ver la primera proyección en España de La suerte en tus manos, la nueva película de Daniel Burman que protagoniza junto a Valeria Bertuccelli (en nuestro país se estrena el 29 de marzo). De repente suena su celular, atiende y se baja del taxi para hablar tranquilo con Para Ti. Entra a un lugar pero no hay señal, no le queda más remedio que ajustarse el sobretodo y charlar desde las frías calles madrileñas. El músico y compositor –que también es otorrinolaringólogo y que alguna vez trabajó de salvavidas, médico a domicilio y cantante en una sinagoga–, esta vez es actor y se pone en la piel de Uriel Cohan, un judío divorciado y con dos hijos que continúa trabajando en la financiera que le legó su padre, a pesar de que sus sueños de juventud estaban más cerca del mundo de la música. Cohan sale con varias mujeres pero no quiere compromiso, por eso decide hacerse una vasectomía, lo que lo lleva a viajar a la ciudad de Rosario, donde se reencuentra con un viejo amor, Gloria (Bertuccelli). “Trabajar con Valeria es un regalo y un verdadero privilegio. Además, tiene un sentido del humor brutal, súper bestia y súper bueno. Como compartíamos muchas escenas de novios y había que reírse nos pusimos a hacer rimas muy graciosas, nos reímos de verdad, y eso se nota. Hubo momentos en que tuvimos que hacer grandes esfuerzos para no arruinar la toma”, recuerda Drexler en un tono jovial y lleno de alegría, como un chico que acaba de estrenar el último juguete que le regalaron.
En la filmografía de Burman el judaísmo está muy presente –en Esperando al mesías, El abrazo partido, Derecho de familia–, y vos provenís de una familia judía. ¿Casualidad o no? Creo que me eligió más por la edad que por mi religión. Tiene más que ver con conversaciones que tuvimos juntos sobre temas que aparecen en la película: cómo es rearmar tu vida, el miedo que da volver a plantearte el amor, sobre todo para una persona que es súper cerrada.
Imagino que los tiempos de rodaje en el set son mucho más estructurados que los de un músico en el estudio. ¿Te acostumbraste? Me di cuenta de que, a diferencia de los actores, los músicos somos enormemente privilegiados porque hacemos sólo lo que nos gusta, ¡y encima las giras son como una especie de celebración con catarsis! Porque cantás, vas a cenar, te vas a tocar a otro boliche, te acostás tarde… En el cine eso no existe. El tercer día de rodaje lo hice con una pierna quebrada. Hay una escena en la que tenía que correr y cuando se lo conté al traumatólogo, me dijo: “¡Está loco! ¡No puede haber corrido con una fractura íntegra del peroné!”. Pero había policías cortando la avenida Corrientes y cincuenta personas alrededor… ¡¿cómo iba a decir que no podía correr?!
En la película tu personaje está obsesionado con aprender a tocar la guitarra… como Jorge Drexler. ¿Tus hijos también quieren ser músicos como vos? Yo vengo de familia de médicos, estudié la profesión que mis padres tenían y luego la dejé para dedicarme a la música. Entonces sé lo que es seguiruna profesión familiar y luego abrirse hacia una vocación. Yo tengo una especie de máster en conflictos vocacionales (risas), no se me ocurriría en ningún momento, a ninguno de mis hijos –Pablo (14), Luca (3) y Lea (7 meses)– decirles qué es lo que tienen que hacer. Ni siquiera quiero que noten las expectativas que tengo con ellos. Sí quiero transmitirles el goce de hacer música, pero no la obligación de que tienen que dedicarse a eso.


¿Creés en el destino? No creo que uno tenga escrito un destino inexorable. Sí creo que nos han traído al mundo con muchas cosas que ya están dadas, y que uno se va manejando con eso como puede. Pero el abanico de cosas que uno puede terminar haciendo es muy amplio, hasta el punto de hacer cosas contradictorias o ser personas completamente opuestas. Pero tenés, como dice el rabino de la película, “un plan azaroso”. El plan es lo que te dieron, y lo azaroso es lo que hacés vos con lo que te dieron. De hecho, en el póquer no gana el que tiene mejores cartas, gana el que tiene más paciencia, el que sabe mirar a los demás.
¿Te gustan los juegos de azar? No, para nada. Para la película tuve que aprender a jugar al póquer. Fui muy bien entrenado por un jugador profesional. Estuve muchos meses con la ficha en el bolsillo para practicar el roll rollover con la mano. Desde que terminó el rodaje, no volví más a llevar la ficha en el bolsillo y no sé si volvería a hacerlo. A los jugadores de póquer no les gusta siquiera perder en la ficción. Recuerdo a una jugadora que se enojó porque le tocaba perder antes que a otro. Yo estaba sentado en la mesa como el más absoluto de los novatos y tuve que ganarme su respeto de a poco, como si el rodaje fuera también un partido de póquer.
¿Tu pareja –Leonor Watling, actriz española, protagonista de Hable con ella de Almodóvar– ya vio tu debut como actor? La acaba de ver conmigo hoy, y salió súper contenta y orgullosa de mí. Ella me ayudó muchísimo con el rodaje, desde el punto de vista de la experiencia. Pero lo más importante que me dijo fue: “Pásatelo bien, disfruta que es un trabajo maravilloso”. Aparte de ser mi mujer, ella es una de mis actrices favoritas.
¿Ya estás pensando en volver a hacer música o te quedás actuando un rato más? Estoy empezando un proyecto de “aplicanciones”; son canciones nuevas que pueden ser intervenidas por el oyente a través de aplicaciones de teléfonos inteligentes. Yo les ofrezco la canción con variables y la gente puede ir moviendo los diferentes componentes de la canción. Es algo que me tiene entusiasmadísimo.
Para Ti
Textos: Laura Spiner


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